Arenas de San Pedro

29 mayo, 2011| Estudios Heráldicos

En campo de plata torre de piedra terrazada y ardiendo, con las ventanas aclaradas de azur y la puerta de sable.

Al llegar al Valle del Tiétar desde el Sur por vez primera y cruzar el cartel de la carretera que anuncia nuestra entrada en la provincia de Ávila, el viajero suele sentirse confuso al haberse identificado siempre esta provincia con los llanos páramos que rodean a su capital amurallada. La sorpresa es aún mayor si la llegada se hace desde el Norte por cualquiera de los puertos de montaña que cruzan la Sierra de Gredos. En este último caso se pasa en un minuto del frío paisaje serrano de la vertiente norte al cálido vergel situado casi mil metros por debajo en la falda sur de la montaña gredense que resguarda al Valle del Tiétar de los vientos septentrionales. Esta conjunción de verdes valles y clima benigno explica la estrofa del himno de Arenas de San Pedro con la que empieza este artículo.

En el Valle, cruzado de Este a Oeste por la carretera nacional 501, se dispersan pueblos blancos que contrastan con la arquitectura de granito del norte de la Sierra.

La villa más importante de la cuenca del Tiétar, cabecera de partido judicial y de la 2ª Compañía de la Comandancia de Avila, es Arenas de San Pedro, cuyo núcleo urbano alberga una población de unos 6.700 habitantes.

HISTORIA

En un paseo por sus calles y a la vista del castillo, el puente románico o el palacio, no podemos pasar por alto la historia de Arenas de San Pedro en un texto que hable sobre el pueblo. En realidad la vida de cualquier población no se llega a conocer bien hasta que no indagamos en su pasado.

Pasando un poco por alto los asentamientos vettones, de origen celta en las colinas de las estribaciones del sur de Gredos (450 y 50 a de J.C.), cuyos principales vestigios son los Toros de Guisando y el castro de El Raso y de cuyo período se han encontrado piezas de molinos de mano en el término de Arenas, pasamos a la época de romanización de la zona, en donde ya existían las aldeas de Los Llanos y Ramacastañas, a 3 y 5 kilómetros de lo que es actualmente la villa de Arenas de San Pedro y por donde pasaba una de las principales calzadas de la época romana, todavía bien conservada en el cercano Puerto del Pico.

No se ha podido atribuir a la población un origen anterior a 1.054, en que sucedió el hallazgo de la imagen de la Virgen del Pilar, patrona de Arenas. El lugar del descubrimiento era conocido por entonces como «Ojo de la Jara», de paisaje boscoso y abrupto, lleno de manantiales y habitado únicamente por unos ermitaños agustinos y por los pastores que encontraron la imagen, quienes desde entonces tomaron el sobrenombre de «Pilaretes».

Junto a la aldea de Los Llanos, recostada a las orillas del río Arenal, se encontraban las minas de hierro de La Tablada, de donde la comarca toma entonces el nombre de LAS FERRERÍAS DE ÁVILA, según se ha podido constatar en diversos documentos de la época medieval.

Tras agotarse el mineral y acosadas las fértiles tierras de la vega del río Arenal por una plaga de termitas, los habitantes de Los Llanos se congregaron en la zona del cerro San Agustín, donde los agustinos y pilaretes habían construido un pequeño santuario en honor de la Virgen del Pilar.

El número de habitantes de la comarca aumenta a finales del siglo XIII con los planes de repoblación, que incluyen la entrega de un solar para la construcción de la vivienda, exención de tributos durante el primer año e incluso la redención de las penas de algunos delitos a quienes se instalen definitivamente en la zona.

El 14 de Octubre de 1.393 el rey Enrique III da la carta de villazgo, entre otras poblaciones, a Arenas, con determinados privilegios y obligaciones, terminando la dependencia del concejo de Ávila. La alegría de esta independencia duraría tan sólo dos años, al pasar la villa a formar parte del señorío del Condestable Dávalos, de quien se decía que podía ir de Andalucía a Santiago de Compostela pernoctando en posesiones suyas. Fijando Arenas como villa principal de su señorío, levanta en ella entre 1.396 y 1.400 su castillo, que con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los símbolos de Arenas, adornando su escudo.

Tras pasar Ruy López Dávalos a ser desterrado por el rey Juan II, el municipio de Arenas queda en propiedad de Doña Juana de Pimentel, hija del Conde de Benavente, como dote de su matrimonio con Don Álvaro de Luna, el noble más rico de Castilla. Tras la muerte de éste, Doña Juana de Pimentel pasa a convertirse en la Triste Condesa que todos conocemos en Arenas.
Para la historia de la villa durante el siglo XVI, el acontecimiento más sobresaliente que podemos destacar quizá sea la presencia en Arenas del fraile franciscano fray Pedro de Alcántara, que por sus cualidades intelectuales había alcanzado puestos importantes en su Orden, llegando incluso a ganarse el aprecio del emperador Carlos I en su retiro de Yuste, monasterio situado también en la falda sur de la Sierra de Gredos. En 1.669 se inició el proceso de canonización de fray Pedro de Alcántara, en el que las declaraciones de los arenenses, que tan bien le conocían, fueron pieza clave. En este mismo año la villa de Arenas se puso, incluso en el nombre, bajo el patronato del Santo.

Se hizo también célebre Arenas de San Pedro en el siglo XVIII por haber sido elegida como morada y asentamiento por el Infante Don Luis Antonio de Borbón y Farnesio, décimo hijo del monarca Felipe V y hermano de Carlos III. El propósito del Infante de quedarse en la villa de Arenas incluía la construcción de un gran palacio, pero lo grandioso del proyecto y la avanzada edad de Don Luis de Borbón hicieron que tan sólo se erigiese poco más de la mitad del proyecto original. Todavía, aunque en malas condiciones de conservación, el palacio ocupa una posición destacada sobre la villa en la zona de La Mosquera, donada entonces por el municipio.

El asentamiento del Infante en Arenas pronto trae la época de mayor esplendor cultural de la villa, pues a su alrededor logra convocar a dos artistas de fama inmortal en aquellas fechas: por un lado al compositor Boccherini y por otro al genial pintor Goya, que pinta en el palacio «La familia del Infante Don Luis» y diversos retratos individuales en los que se distingue el paisaje arenense.

Algunos entendidos apuntan en sus estudios que en la pinacoteca del Infante Don Luis se exponían cuadros de Claudio Coello, Leonardo da Vinci, Durero, Velázquez, Rafael, Tiziano, Murillo, etc…

En 1.785, tras la muerte del Infante, la revitalización que se había iniciado en Arenas se viene abajo.

A principios del siglo XIX la muerte y la destrucción marcan hasta las mismas piedras de Arenas de San Pedro como consecuencia de la invasión napoleónica. Movidos por el patriotismo y en plena Guerra de la Independencia, un grupo de arenenses mata a unos soldados del ejército invasor francés. Este ataque desataría brutales represalias y el pueblo debió soportar el poder destructor de un ejército que se vio hostigado por un enemigo más débil. El incendio de numerosas viviendas, edificios emblemáticos y del archivo municipal fue acompañado de numerosas víctimas. Una vez rehecha la población, la villa se vio envuelta otra vez en llamas como consecuencia de la primera Guerra Carlista. Como recuerdo de aquellos fatales días el escudo de Arenas se ve adornado por la leyenda «SIEMPRE INCENDIADA Y SIEMPRE FIEL».

En la desamortización de Mendizábal de 1.836, los frailes de San Pedro se ven obligados a abandonar el convento. Dos años antes Arenas pasa definitivamente a formar parte de la provincia de Ávila, tras haber pertenecido algún tiempo a la de Toledo.

Ya en el siglo XX, tan sólo destacar los movimientos migratorios de los arenenses a las grandes capitales e incluso fuera de las fronteras de España y la enorme afluencia de turismo que comenzó en los años 50, viéndose reducido en la última década.

ARENAS EN LA ACTUALIDAD

La conversión de Arenas en zona de veraneo trajo consigo beneficios de tipo económico a la vez que una expansión inmobiliaria mayor de lo deseado. La construcción de edificios elevados, principalmente en la corredera, entristeció algo el «paisaje urbano» de la villa. Han desaparecido balconadas de madera y las calles se han ido encajonando para conseguir el espacio que reclama la especulación.

A pesar de ello, a ambos lados del centro urbano se puede disfrutar de la belleza que venían buscando en los años cuarenta los miembros de la escuela pictórica de Madrid en los barrios de la Nava, del Canchal o en algunos rincones de la muralla del palacio.
Con la expansión del «turismo verde» muchos viajeros eligen la villa de Arenas de San Pedro como base de operaciones a la hora de moverse por esta zona del Valle del Tiétar.
Un largo paseo por la villa nos descubrirá sitios como la ermita del Cristo de los Regajales, a pocos metros del cuartel; la Cruz del Mentidero, la iglesia gótica de Nuestra Señora de la Asunción, de los siglos XV y XVI y decorada con pinturas murales de Martínez Vázquez y por supuesto el castillo del condestable Dávalos, el palacio del Infante Don Luis de Borbón y el puente medieval de Aquelcabo.

A pesar de que la arquitectura ha ido perdido su identidad en la mayor parte de las calles del pueblo, un paseo por el camino de los Montaneros en la falda norte del cerro San Agustín permitirá tener una vista general de la villa con el marco espectacular de la Sierra de Gredos al fondo.
Un gran apoyo al floreciente turismo del que hablábamos anteriormente fue el casual descubrimiento en la Navidad de 1.963 de las cuevas de «romperropas» en el Cerro del Águila, mejor conocidas como las Cuevas del Águila, y que se encuentran cerca de la antigua aldea de Los Llanos. Abiertas al público en el verano de 1.964, presumen desde entonces de abrir todos los días del año y nunca faltan autobuses de turistas de todos los recovecos de la geografía española que vienen a admirar las maravillas subterráneas de formas caprichosas que han creado la caliza y el agua.

Por si alguno desease un lugar donde recuperarse de sus enfermedades y relajarse, les recuerdo que el Doctor Gregorio Marañón en su obra «Elogio Médico de la Sierra de Gredos» alaba las bondades de la zona para la salud pública, pero no olvida que «…no hay que contentarse con que la montaña venga a nosotros en forma de salud, hemos de ser nosotros los que vayamos a ella».

Los amantes de la Naturaleza tienen en la zona un buen sitio donde admirar aves rapaces, pájaros, plantas y un abanico de senderos que recorrer a pie o en bicicleta de montaña.

Confieso que aún llevando caso seis años destinado en este pueblo, desconozco cual es su plato típico, si es que lo hay, pues Arenas goza de tener buenos sitios donde comerse unas patatas revolconas, cordero asado, cuchifrito, migas o cualquier otros plato en donde esté presente la caza o las setas de primavera u otoño.

También son renombradas las fiestas de Arenas, que se celebran el último fin de semana de Agosto en honor del veraneante y el 8 de Septiembre, por una concesión medieval, en honor de la Virgen del Pilar. El 19 de Octubre se celebra la festividad de San Pedro de Alcántara, que en este año de 1.998 y hasta la misma fecha del año que viene conmemora también el V Centenario del nacimiento del Santo.

Categories: Castilla León, Heráldica geográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *