En campo de gules, fortaleza de plata surmontada de una cruz del mismo color y sobrepuesta, en el centro, la figura de un monarca coronado que porta una espada en la mano derecha y un triunfante de gules con cruz de oro en la mano izquierda. En punta anagramado con la inscripción «Avila del Rey».
Historia de la Ávila prerromana y romana
Probablemente los primeros pobladores del territorio abulense fueron las tribus celtibéricas de los vetones y arévacos, allá por el siglo VIII antes de Cristo. La ciudad de Ávila nacería de esta manera como un modesto castro llamado «Obila», alrededor de lo que hoy es la Plaza del Mercado Chico. Esta condición de «lugar fuerte» no la va a perder durante los siglos venideros y serán muchos los pueblos que la pugnarán y habitarán.
La llegada de los romanos no provocó grandes enfrentamientos con los pueblos autóctonos, comenzando un periodo de intensa romanización como lo demuestran los restos de calzadas y puentes conservados a lo largo y ancho de la provincia. No obstante, la ciudad no debió llegar a ser más que un emplazamiento militar de segundo orden en el contexto de la Hispania romana.
El «forum», corazón de las ciudades romanas parece que de nuevo se hace coincidir con la actual Plaza del Mercado Chico, alrededor de la cual se terminaría por levantar un primer recinto murado, que en su costado oriental y los primeros tramos norte y sur coinciden con la actual muralla medieval, pero que no se desplazaría hasta el río Adaja sino que atajaría por lo que hoy es la Travesía de Santo Domingo.
Además de sillares graníticos en el lienzo oriental de la ciudad ha quedado abundante material funerario utilizado también en la muralla, parte del puente romano del río Adaja, y fragmentos de algunas calzadas.
La cristianización comienza en el siglo II y alcanza relevancia a finales del IV con el nombramiento de Prisciliano como obispo.
Tras la caída del imperio, Ávila permaneció bajo poder visigodo, aunque los testimonios de su presencia son escasos. Lo más destacable es la aparición de tumbas germánicas entre las iglesias de San Pedro y Santa María de la Antigua, que pudieron pertenecer a un monasterio visigodo ubicado en esta última. También se sabe que los obispos de Ávila acudían habitualmente a los Concilios de Toledo.
Historia de Ávila altomedieval
Como para toda España, uno de los hechos capitales de la historia abulense acontece en el año 711 con la invasión árabe de la península. Pues sólo un año después, Ávila ya es ciudad bajo poder musulmán, aunque el rey asturiano Alfonso I, aprovechando las revueltas beréberes del centro de la península toma la ciudad para llevar a sus pobladores a Asturias, a mediados del siglo VIII.
Así comienza un periodo de casi 400 años en que este territorio se convierte en campo de batalla fronterizo, con una población escasa, sin estabilidad económica, política ni cultural.
Durante tres siglos son innumerables las acciones militares de ocupación y devastación que astur-leoneses, castellanos y árabes protagonizan para la toma de Ávila y otras plazas fronterizas, pasando de mano en mano, pero nunca llegando a causar una organización urbana estable.
Los musulmanes, más acostumbrados y deseosos de tierras fértiles y de buen clima, no manifestaron interés real por su posesión, salvo por fines militares. Los cristianos del norte, por el contrario, perseveraron en la intención de su repoblación, pero los vaivenes de las acciones bélicas solían malograr este empeño.
La repoblación definitiva de Ávila en el siglo XI
A pesar de la situación de precariedad citada, siempre debieron permanecer pequeños núcleos de población cristiana que permitirían la continuidad de los lugares de culto tardorromanos y visigodos, y que tenderían un puente histórico con las gentes y culturas que terminarían por revitalizar la antigua urbe a finales del siglo XI.
En efecto, tras las peores devastaciones de Almanzor al filo del milenio, desaparece el Califato de Córdoba y ello permite a castellanos y leoneses recuperarse e iniciar un esfuerzo conquistador mucho más firme que en épocas precedentes. Este proceso culminaría con la conquista de Toledo por Alfonso VI en el año 1085.
Con el avance de la frontera, Ávila, como otras antiguas ciudades: Salamanca, Segovia, Sepúlveda, etc. pasan a la retaguardia, pero al mismo tiempo son potenciadas al convertirse en plazas estratégicas de defensa de esa frontera adelantada. Alfonso VI ordena a Don Raimundo de Borgoña, de origen francés y esposo de su hija Urraca, la misión de repoblar estas plazas, con gentes procedentes de diversas regiones norteñas.
La repoblación de la ciudad de Ávila y su entorno se desarrolla según un plan sistemáticamente concebido al albergue de importantes privilegios reales.
Gentes de diversas procedencias inician una especie de éxodo hacia estas tierras fronterizas. Leoneses, burgaleses, cántabros, asturianos, gallegos, francos e incluso moros cautivos forman un mestizaje que dio un intenso vigor a la ciudad. Comienza, entonces, una época de incesante actividad repobladora y constructiva que creará una sociedad completamente nueva, llegando a tener -según Barrios- 6.615 habitantes en 1250, constituidos por cristianos, moros y judíos.
Éste es el momento de la gran eclosión del románico en la ciudad de Ávila. No se sabe si a finales del siglo XI estarían comenzadas algunas iglesias. Quizás sí en San Andrés. Durante la primera mitad del siglo XII se iniciarían otras como San Vicente y a finales de ese siglo el románico se extendería a las numerosas parroquias intramuros y extramuros.
El carácter militar y religioso que impregna este resurgir de Ávila va a marcar su personalidad para los siglos venideros. Es por ello que veremos a caballeros abulenses en las principales acciones reconquistadoras de los siglos XII y XIII.
La provincia actual de Ávila quedó repartida en dos Comunidades de Villa y Tierra, la de Ávila y la de Arévalo, ambas con vastísimos territorios bajo su influencia