Cortado de oro y tres palos de gules; jefe, de plata con un busto en su color natural.
La etimología de Cariñena tiene su origen en la época romana: “Plinio, procurador de la Hispania Tarraconense, llamó CARAE a este poblado romano y el sufijo INIANA, de la forma CARINIANA, es el sufijo característico de muchas fincas rústicas romanas.
La villa CARINIANA significa la alquería, mansión situada en la antigua Carae y hace referencia a su propietario CARINIUS. A partir del siglo II, una imparable tendencia a la concentración de la propiedad en pocas manos, provocará la aparición de los grandes latifundios cuyos propietarios dieron nombre a algunos lugares como éste. Posteriormente, en la Edad Media, el topónimo sufrirá una evolución hasta convertirse en el actual: Cariñena.
Se puede empezar diciendo que “La historia de Cariñena ha estado estrechamente vinculada al mundo del vino, su principal estandarte” [1]. Pero no sería suficiente. Torres, iglesias, palacios… son el resumen de un rico pasado que hunde sus raíces en la prehistoria, cuando estas tierras ya eran el principal camino que unía el Ebro con el interior peninsular. Celtas, musulmanes y cristianos roturaron y labraron estas tierras. Gentes que trabajaban para su señor o para su rey.
Hay un período desde el siglo V, cuando sucumbe el Imperio Romano, hasta la llegada de los musulmanes al valle del Ebro, en 714, que no se tienen noticias sobre la zona. Esta situación es genérica para todo Aragón, apenas han quedado restos de la época visigoda.
Cariñena estuvo bajo el dominio musulmán desde el 714 hasta 1119, que es conquistada por Alfonso I El Batallador.
Estas tierras son de frontera y de mestizaje. Por estos motivos, había que repoblar estos lugares después de la conquista; el rey Alfonso concede una carta-puebla a un supuesto noble (Pedro Ramón) para ejercer esta potestad en Cariñena en 1124. Más tarde, continuará esta labor Ramón Berenguer IV, gobernador de Aragón y conde de Barcelona, que concede el Fuero de Daroca en 1142, pudo afectar también para el reparto de tierras en Cariñena [2].
En cuanto al mestizaje es indudable que en este territorio convivieron cristianos, judíos y musulmanes. El plano de Cariñena, pone de manifiesto esta estancia. En Cariñena, la morería se situaba en la calle del Olivo [3], pero también en la calle de la Mata, Ginesta, Granero, Marín y en los callejones de Chamorro y San Bernardo. Los judíos dejaron recuerdo de su paso por Cariñena, en el siglo XIII construyen una sinagoga para la colonia judía que vivía en Cariñena, la calle donde se ubica se llamaba la Sinagoga (calle Ribo Izquierdo). En el siglo XIV, los judíos se trasladaron a Aguarón, en virtud de una ley que les prohibía vivir en plazas fuertes, allí fundaron una nueva sinagoga en la calle que todavía mantiene su nombre.
A pesar de la conquista, esta convivencia perduró hasta 1492 con los judíos, ya que se produce la expulsión de éstos por los Reyes Católicos. Un poco más larga fue con los moriscos, hasta 1610; esta expulsión provocó una pérdida enorme de población en Cariñena.
Después de la conquista, Cariñena pasa a pertenecer a la Comunidad de Daroca [4], que pertenecía directamente al rey, régimen administrativo que perdurará hasta la muerte de Fernando VII, en 1833. Cariñena perteneció a la sesma de Langa en el siglo XV, una de las seis sesmas de la Comunidad.
La Comunidad de Daroca vivió la guerra del rey Pedro IV contra la Unión, por el nombramiento de su hija como sucesora. Los pueblos de la comunidad no juraron la Unión. Cariñena se convirtió en un lugar de negociaciones durante esta guerra, entre el rey y el Justicia de Aragón.
En el año 1356 comenzó la guerra entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón, que duró muchos años (1356-1375). La también llamada guerra de los Pedros fue funesta para ambos reinos peninsulares. Cariñena fue tomada por el Rey de Castilla por la fuerza de las armas el 16 de abril de 1363, siendo especialmente cruel la actitud de este rey, que mató a unos y a otros, cortándoles las manos y los pies, y a otros la nariz.
Por la heroica resistencia y la lealtad de los cariñenenses a la persona de Pedro IV, el rey concede el uso de un blasón, después será el escudo de Cariñena, que recordase para siempre el sangriento suceso.
Durante el periodo de la casa de Austria (1516-1700), se inicia una política tendente a la centralización administrativa, produciéndose la lesión, casi definitiva, de la autonomía aragonesa.
Los reyes austriacos tuvieron gran relación con Cariñena, posiblemente inducida por la relación con un cariñenense, Juan Bernal, que fue el confesor de Felipe II y Felipe III.
Son destacables las visitas de estos reyes a Cariñena. La de Felipe II, en 1585, se enlaza con la tradición del llenado de la Fuente de la Mora en la Fiesta de la Vendimia, porque agasajaron al rey con “dos fuentes de vino, rica de pan, abundante de fruta y olivares” [5]. Felipe III, también visita Cariñena en 1599, dándole prerrogativas judiciales a Cariñena al margen de Daroca, pero lo más destacable, por su repercusión económica en la zona, fue la expulsión, por este rey, de los moriscos en 1610; el campo se quedó desprovisto de mano de obra que tardaría muchos años en sustituirse. Carlos II también visitó Cariñena en 1677, donde disfrutó del toro de ronda.
En 1701, dentro de la Guerra de Sucesión, Cariñena fue partidaria del archiduque Carlos de Austria. Felipe V fue proclamado rey y juró los fueros en la Seo de Zaragoza, realizando ese mismo año una parada en Cariñena, cuando se dirigía a Zaragoza.
La dinastía borbónica siguió con la costumbre de visitar Cariñena, seguramente porque era un cruce de caminos entre Madrid, Barcelona y Valencia [6], y así lo hicieron Carlos III, en 1759, Carlos IV, en 1802, y Fernando VII, cuando volvía de Bayona, finalizada la guerra de la Independencia, en 1814.
La formación económica de la ciudad estaría íntimamente relacionada con la agricultura, y especialmente con el viñedo. La existencia del cultivo de la vid en esta zona se remonta a época romana, pero es en siglo XVIII, cuando se roturan nuevas tierras debido al crecimiento de la población. A finales del siglo XIX, el sector del vino se articula con fuerza por la crisis de la filoxera francesa, y más tarde se afianzó con el impulso cooperativo de los años cuarenta [7]. A todo esto ayudó enormemente la inauguración del ferrocarril de vía estrecha Cariñena-Zaragoza en 1887, hecho que revolucionó el comercio del vino.
El siglo XIX será un siglo importante para estas tierras por varias razones: las guerras que azotan este espacio, la implantación del liberalismo político en España y el desarrollo definitivo del cultivo del viñedo y de la producción del vino.
Durante la guerra de la Independencia se formaron, de acuerdo con Palafox, la compañía de escopeteros, en 1808, y en 1809 el Batallón de Cazadores del Campo de Cariñena, a las órdenes del teniente coronel de infantería Ramón Gayán, natural de Paniza.
La primera guerra carlista fue una contienda civil que se desarrolló desde 1833 hasta 1840. La guerra tocó de cerca a Cariñena, el general del Ejército del centro, Marcelino Oraa, estableció un cuartel de caballería en Cariñena en junio de 1838.
La tercera guerra carlista afectó más directamente a este territorio. El 10 de mayo de 1875 habían puesto cerco a la villa las fuerzas carlistas, pero la ofensiva más dura fue en la madrugada del día 5 de junio, donde murieron veinte soldados, uno de Cosuenda, de lo que se infiere que la defensa fue comarcal.
En cuanto a la implantación del liberalismo en estas tierras a partir de 1834, cuando algunos pueden votar por primera vez, los distritos electorales dividían esta comarca en trozos poco coherentes: en 1837 se creó el distrito de Cariñena, para elegir a los Diputados de las Cortes de Madrid, formado por Aguarón, Aladrén, Alfamén, Almonacid, Botorrita, Cariñena, Codos, Cosuenda, Encinacorba, Longares, Luesma, Mezalocha, Mozota, Muel y Paniza, pero a partir de 1846 hasta 1864, Cariñena perteneció al distrito de Belchite, mientras que el resto de los pueblos de la zona quedaron divididos en varios distritos diferentes.
El siglo XIX en España es el siglo del caciquismo, de unas relaciones de poder político determinadas que se extenderán hasta Cariñena. Desde 1846 a 1864 se estableció el distrito uninominal (se elegía en este territorio un diputado). Existió una hegemonía de Juan Ribo Lahoz, cariñenense, diputado desde 1850 a 1865, elegido senador en la legislatura de 1876-1877 y nombrado senador vitalicio en 1881. En 1858 se instala el alumbrado en Cariñena, hizo gestiones para que se construyera la carretera de La Almunia a Cariñena, etc. Otros diputados liberales seguirán la estela de Juan Ribo, José Millán Conde, Marqués de Villafranca de 1898 a 1910, Leopoldo Romeo Sanz, de 1914 a 1923, [8].
Justo en estos años, 1909, Alfonso XIII nombra a Cariñena como ciudad por su importancia histórica y adhesión a las instituciones.