Su origen, historia y hechos.
Es un apellido patronímico derivado del nombre Dia o Diego. De él existieron tantas familias que, por lógica natural, no. tienen relación entre sí, aunque todas provengan de un mismo tronco. Es por tanto sumamente difícil concretar con total exactitud el punto de procedencia de su origen, aunque sí podemos facilitar el dato de que los linajes más antiguos que se conocen de este apellido provienen del reino de León, y fue de este lugar del que sus caballeros partieron para tomar parte en la Reconquista. Por tanto, podemos suponer que el tronco principal proviene de León.
Hay una rama de este linaje, la del Señorío de Molina, que parte de don Alfonso Díaz, uno de los trescientos caballeros cristianos que conquistaron la plaza de Baeza, en unión a los Condes de Lara. Fue el Conde Lara precisamente quien concedió a don Alfonso Díaz honores y privilegios.
Son muy numerosas las ramas del apellido Díaz que probaron su limpieza de sangre y nobleza para poder ingresar en las Ordenes Militares, en las Reales Chancillerías de Valladolid y Granada, así como en la Real Audiencia de Oviedo. Los de este linaje cuentan como títulos nobiliarios con los del Marquesado de Castro Jarillos (1.797), de Dilar (1.886), de Fontanar (1.732) y de Villarvel Viestre (1.768), así como el Condado de Malladas (1,885).
Naturalmente que el apellido Díaz trae inmediatamente a la memoria el nombre de don Rodrigo Díaz de Vivar, el famoso «Cid Campeador». Al Díaz de su apellido sucede «de Vivar», pero esto se refiere al lugar de su nacimiento, el castillo de Vivar en la villa del mismo nombre, propiedad de su padre, el conde don Diego Laínez, en la provincia de Burgos. Y esto viene a confirmar cuanto se dijo al comienzo, que el apellido Díaz muy bien puede venir del nombre propio Diego, si se tiene en cuenta que tal era el correspondiente del «Cid Campeador». Por tanto, el Diego paterno se convirtió en el Díaz en el hijo, lo que equivale a decir que Rodrigo Díaz no fue tronco de ninguna línea original de este apellido, sino que, siendo el primero que lo ostentó en su linaje, ya venía precedido de la influencia paterna.
La figura de don Rodrigo Díaz de Vivar es harto conocida para que hagamos aquí hincapié en su biografía. Pero sí existe un hecho que no debemos dejar pasar sin hacer una puntualización: Vivar, como apellido existe y es un linaje que proviene de la provincia de Burgo, del lugar del mismo nombre y que se encuentra bastante extendido en ambas Castillas. Pues bien, algunos autores lo hacen proceder del Cid Campeador, algo que carece del menor fundamento ya que en la época en que vivió don Rodrigo Díaz no eran todavía trasmisibles los apellidos y ahí su propio caso que llamándose él Díaz, su padre era Laínez. Aparte de lo anterior, el escudo del linaje Vivar es absolutamente distinto no sólo al de Díaz sino al particular del «Cid Campeador». Quede, pues, perfectamente claro que, los Díaz nada tienen que ver, ni existe unión alguna, con aquellos que ostentan el apellido Vivar.
Pero los que sí tuvieron que ver mucho con este apellido, ya que no pocos de ellos fueron los progenitores de las ramas americanas, fueron los numerosos conquistadores españoles en el Nuevo Mundo, comenzando por el cronista Bernal Díaz del Castillo. Procedía del linaje de los Díaz asentados en Valladolid y en el año 1.514 se embarcó hacia América. Estando primeramente en Cuba con su pariente Diego Velázquez, participó en la primera expedición a Méjico con Francisco Hernandez de Córdoba; en la segunda, con Juan de Grijalva y en la tercera, que fue la definitiva, junto a Hernán Cortés. Tomó parte con éste en casi todas las empresas de la conquista y en muchas de las expediciones posteriores destinadas a someter a los pueblos del interior. Regresó a España donde asistió a la Junta de Valladolid en su condición de conquistador más antiguo para regresar de nuevo a América, fijando su residencia en Guatemala, región de la que en 1.551 fue nombrado Regidor Perpetuo. Ya viejo, escribió una crónica titulada «Historia verdadera de la conquista de la Nueva España». En esta crónica se hace patente el resentimiento de Bernal Díaz, que compartían muchos de sus compañeros, contra los jefes militares y los advenedizos llegados de España cuando la conquista ya estaba efectuada, postergando a los verdaderos cónquistadores, despojando a la citada conquista de todo empaque heroico, negando con sarcasmo la aparición del Apóstol Santiago en cierta batalla librada contra los indios, versión que recogía López de Gómara en su «Historia General de las Indias».
Tampoco hay que dejar en el olvido a Juan Díaz de Solís, otro navegante y descubridor español, nacido en Lebrija, aunque algún historiador se empeñe en hacerlo portugués. Viajó con Vicente Yañez-Pinzón al Golfo de Honduras, más tarde pasó al servicio de Portugal y casi en seguida tornó al de España. Hizo un nuevo viaje con Pinzón a Puerto Rico. En 1.508 se reunió en Valladolid una Junta de Navegantes a la que asistió además de Juan Díaz de Solís, Américo Vespucio, Juan de la Cosa y Vicente Yáñez Pinzón, convocada por el rey Fernando «el Católico». En ella, Díaz de Solís fue nombrado piloto de la Corona al servicio de la Casa de la Contratación. Realizó una expeción por las Costas del Brasil y a la muerte de Vespucio fue nombrado Piloto Mayor. Llevó a cabo numerosas expediciones por mar y fue quien, en realidad, descubrió la desembocadura del Río de la Plata. Al remontar el estuario y estando en tierra, fue descubierto, junto con un pequeño grupo de compañeros, por los indígenas guaranicos, que les dieron muerte.
Otro conquistador apellidado Díaz, fue Ruy Díaz de Guzmán, asimismo cronista de las Indias. Pero este conquistador casi se puede llamarle americano, ya que nació en aquél continente, en lo que pasado el tiempo pasó a ser la Argentina. Fue Alférez Real y Gobernador de la ciudad de Asunción. Escribió una crónica que tituló «Historia Argentina», obra que ha llegado hasta nuestros días incompleta. En ella, mezcla la realidad de la repoblación del territorio rioplatense con leyendas popuIares de los pueblos autóctonos.
El apellido Díaz se extendió rápidamente por América: En Méjico, Porfirio Díaz, el político y caudillo mejicano que llegó a la presidencia de aquél país que practicó el totalitarismo más absoluto, aplastando virtualmente a la oposición hasta que la revolución encabezada por Francisco Madero, en la que participaron los guerrilleros Emiliano Zapata y Doroteo Arango (más conocido como Pancho Villa) le obligó a exiliarse del país para ir a residir a Francia donde murió. Los novelistas Juan Díaz Covarrubias, Carlos Díaz Dufo y Salvador Diaz Mirón. En Colombia, el novelista Eugenio Díaz, el poeta Humberto Díaz, el poeta Joaquín Díaz Garcés. En Venezuela, Manuel Díaz Rodríguez, en Bolivia, el escritor Antonio Díaz Villamil, en Argentina el poeta Leopoldo Díaz, etc. Para terminar, una anécdota sobre un Díaz; el dominico español Froilán Díaz, Confesor del rey Carlos II, autor de la teoría de que aquél monarca estaba hechizado por lo que, influenciado por el cardenal Portocarrero, no se le ocurrió mejor cosa que someter al rey a una serie de exorcismos. Lo que consiguió fue que, por imposición de la reina, la Inquisición lo sometiera a proceso, deponiéndole de su cargo.
Las armas que trae este apellido son: En campo de plata, un león rampante de gules, llevando en su mano izquierda un bastón de oro, perfilado de sable. Bordura de gules con cinco flores de lis de oro.
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