En campo de sinople una palmera de sable acostada de dos calderos del mismo color y dos puntas de lanza.
Tierra de pueblos antiguos, en la Edad de Bronce ya hubo asentamientos, tal y como lo atestiguan los restos arqueológicos encontrados en zonas como San Nicolás, Bajondillo, etc. En la época romana, las noticias existentes son numerosas, pues las inscripciones halladas testimonian la actividad del momento: «Palma O/ea Notum» (La Palma célebre por su aceite); «Pa/ma Urianorum» (La Palma del Río Tinto). Otros restos encontrados (monedas, cerámicas, necrópolis,…) delatan la clara presencia de los romanos en territorio de La Palma. También, cerca de la estación de ferrocarril, se han localizados restos de nichos paleocristianos.
Sobre el cerro del «Castillo de la Reina» existe una fortaleza árabe con gruesos muros de pizarra, lo que demuestra la presencia musulmana. La documentación verifica la existencia de alquerías a lo largo del arroyo Giraldo, de las que actualmente se conservan las ruedas de molino.
Cuando los cristianos tomaron Niebla bajo el reinado de Alfonso X, La Palma entra a formar parte de su alfoz, y desde 1350 se documenta la institución de la villa palmerina como señorío propio e independiente sujeto al linaje sevillano de los Pérez de Guzmán, que ejercerán su jurisdicción hasta entrado el siglo XVI. Durante un breve período perteneció a la Casa Ducal de Medina Sidonia, pero pronto fue vendida a Don Diego Colón, hijo del descubridor de las Indias quien, en 1519, a su vez, la revierte a linaje de los Alcázar, también de origen sevillano, junto con el castillo-fortaleza del Alpízar, en término de Paterna del Campo. Con ellos se consolidan definitivamente las bases económicas y sociales del señorío, lo cual se traduce en la configuración del urbanismo de la villa y los elementos conformadores de su patrimonio histórico y artístico.
Las coyunturas de crisis epidémicas y poblacionales del siglo XVII y la recuperación generalizada que se produjo en el siglo XVIII, con la puesta en cultivo de nuevas tierras como señala el Catastro de Ensenada, son similares a las experimentadas en el entorno de la Tierra Llana de Huelva y de la Andalucía Occidental en general. La Guerra de la Independencia supuso en el término de La Palma graves pérdidas en campos, ganados, viviendas y vías, además de vidas humanas, pues se padeció la presencia constante de un ejército ocupante hasta 1811, en que fue derrotado y puesto en fuga.
Asimismo, los procesos desamortizadores proyectan una transformación de la estructura de la propiedad de la tierra en beneficio de los pequeños propietarios y jornaleros que surgen, aunque su mayor repercusión estuvo en el abandono y deterioro de parte del patrimonio religioso, como las ermitas de San Nicolás y San Roque, mientras otras se reacondicionan para otros usos sociales. No obstante, el siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, conoció un auge importante derivado de la exportación de vinos por la apertura del mercado francés desde 1875 y la construcción del ferrocarril Sevilla-Huelva en 1878. Ello se tradujo en el surgimiento de numerosas bodegas y talleres de tonelería que dieron carácter a la arquitectura urbana. Cuando a finales de 1908 aparece la plaga de la filoxera y la destrucción de gran superficie de viñas, comenzaría una crisis vitivinícola que se acentuaría en la década de los sesenta, sobreviviendo hoy en día firmas que enfocan su actividad hacia el consumo del brandy, licores y vinagres.
Hoy La Palma sigue siendo una ciudad de base agraria en la que cabe también el sector servicios derivado de su condición de cabecera de Partido Judicial y otras delegaciones administrativas. Además, se están llevando a cabo acciones encaminadas al desarrollo local que pasan por el aprovechamiento de los recursos endógenos de su término, tanto natural como patrimonial, para enfocarlo a la atracción turística